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Tal vez Marte ya no ejerza sobre el imaginario colectivo el mismo poder de sugestión que tuvo en otras épocas. El mero nombre del cuarto planeta era suficiente para evocar los misterios del espacio interplanetario, la imagen de extrañas ciudades junto a los característicos canales polvorientos, y de enigmáticas razas extraterrrestres, a veces distantes, a veces hostiles. Desde "La Guerra de los Mundos" de H.G. Wells (y la dramatización radial que de ella hiciera Orson Welles) a las "Crónicas Marcianas" de Bradbury, pasando por los relatos de Weinbaum, Asimov y Heinlein, sin olvidarnos del mágico Malacandra, nombre que diera a Marte C.S. Lewis en su renombrada Trilogía de Ransom; desde innumerables películas de ciencia-ficción clase B a las infames (para los padres) e irresistibles (para los chicos) figuritas de "Marte Ataca", el planeta rojo ha sido el signo de nuestros sueños y nuestras pesadillas.
Entre todas las evocaciones de Marte, la serie de novelas que Edgar Rice Burroughs, el autor de Tarzán, escribiera sobre las aventuras de John Carter, merecen especial atención. Carter era un caballero virginiano transportado misteriosamente a Marte, al que los marcianos llaman Barsoom. Allí corre las más trepidantes peripecias, con todo el encanto del más rocambolesco folletín, junto a Tars Tarkas de los cuatro brazos, su fiel compañero, y su amada, la princesa Dejah Toris. Hay muchas versiones en historieta, pero mi preferida es la que realizara Jesse Marsh a principios de los cincuenta.
Cuando se nombra a los grandes dibujantes que tuvo Tarzán, se incluye a Foster, Hogarth, Manning y Kubert, con justo mérito, pero se suele olvidar a Marsh, que a mi juicio, está a la altura, sobradamente, de los anteriores. Su línea despojada y expresiva (que siempre me recuerda a Hugo Pratt), la poderosa austeridad de sus recursos gráficos, y la capacidad para definir ambientes y atmósferas sugestivas con elocuente minimalismo, lo hacen uno de mis dibujantes favoritos, gusto que compartía con Carlos Meglia. La versión que de John Carter hiciera Marsh es, como su Tarzán, llamativamente personal y original. La recreación gráfica que hace de los personajes y el Marte de Burroughs se aparta de las descripciones que prodigan las novelas, y le da a sus páginas un aire moderno, y una claridad narrativa de intensa sencillez..
Un ejemplo de las virtudes de Marsh como dibujante se puede ver en la quinta página después de los textos. El cuadro apaisado que constituye la tercera tira demuestra cómo es posible, con una notable economía de elementos, componer una imagen de arrobadora belleza poética.
Maybe Mars does not exert over the imagination the suggestive spell that it had in years past. The mere name of the fourth planet was enough to conjure up the mystery of interplanetary space, the image of strange cities beside dusty canals, and of enigmatic alien races, sometimes distant, sometimes hostile. From H.G. Wells´ "War of the Worlds" (and Orson Welles' radio dramatization based on it) to Bradbury' s "Martian Chronicles", including the Martian tales of Weinbaum, Asimov and Heinlein; the haunting Malacandra , the name given to Mars in C. S. Lewis' Trilogy of Ransom; from numberless science-fiction movies to the infamous (from the point of view of parents) but delightful (as regarded by kids) "Mars Attacks" cards: the red planet was the token of our dreams and nightmares.
The Martian novels of Edgar Rice Burroughs deserve a special attention. The protagonist is John Carter, a Virginian gentleman who is mysteriously transported to Mars, called Barsoom by its denizens. The romantic, fast-paced adventures of Carter are paradigmatic. There are many comic versions of these stories, but the one I prefer is Jesse Marsh' s , in the early ' 50' .
When the great Tarzan artists are named, we are sure to come across Foster, Hogarth, Manning and Kubert, who deserve all praise, but Marsh is usually overlooked, even though he drew the comic for twenty-five years. And he fully belongs in the company of those artists. His bold, expressive line (which always reminds me of Hugo Pratt), the powerful austerity of his graphic resources and sense of design, the capacity to convey mood and credibility with eloquent minimalism to characters and settings, make him one of my favourite comic artists, a choice I shared with the late Carlos Meglia. Marsh' s take on John Carter is, like his Tarzan, remarkably personal and original. The graphic recreation of Burrough' s Mars does not rely on the descriptions in the novels, and bestows on his pages a modern and captivating imprint, as evinced by his narrative clarity.
An example of Marsh' s artistry can be seen in the fifth page after the texts. The wide panel at the bottom shows how, with an impressive economy of elements, an image of beguiling poetical beauty is rendered..
John Carter of Mars TM Edgar Rice Burroughs Estate
La otra historieta que tiene que ver con el cuarto planeta es una de las más distintivas de la Edad de Plata, aunque, paradójicamente, nunca gozó de gran popularidad y se la suele olvidar a la hora de referirse a las más emblemáticas de esa época. Y eso que fue una de las más longevas: duró desde noviembre de 1955 hasta marzo de 1968, aunque siempre fue una historieta de "relleno", primero en Detecive Comics y después, salvo un breve período en el que inclusive tuvo tapa propia, en House of Mystery.
Es que para muchos el Detective Marciano fue siempre un segundón, una especie de Supermán venido a menos. Pero por algún motivo, es uno de los personajes que más quiero. Quizás por lo diferente: a pesar de su forma humanoide, no era un semidiós apolíneo como Supermán. Era calvo, y verde. Y aunque nunca se desarrolló en profundidad su cualidad de náufrago interplanetario, como muy bien se hizo con el hombre de Kryptón por aquellos mismos años, ese patetismo intrínseco estaba presente en la raíz del personaje. Arrancado de su planeta por un rayo teletransportador, J´onn J´onnz ( ya adulto, no un niño como Kal-El cuando su nave atraca en la Tierra) descubre que , al morir el científico que lo trajo involuntariamente a nuestro planeta, y al ser el mismo el único que sabía operar la máquina teletransportadora, no podrá regresar a Marte. Cosa extraña, si pensamos que eran innumerables las historietas de la época en las que se trataban los viajes interplanetarios: pero no nos pongamos quisquillosos. Así, el marciano, gracias a su poder de transformación, se convierte en John Jones, detective de la policía (Julio Jordán en la inefable versión de Novaro), y combatirá el crimen con sus poderes marcianos.
Precisamente, versiones posteriores del personaje, principalmente en las décadas del '80 y '90, profundizarán en el aislamiento y soledad como temas dominantes: así es en la miniserie escrita por DeMatteis y espectacularmente dibujada por Mark Badger, y en la serie de Ostrander y Mandrake, épica y oscura. Pero es en el tono ligero e ingenuo de las primeras aventuras del marciano donde encuentro mayor solaz. Es que en la Edad de Plata estas historietas estaban destinadas a un público infantil, lo que no obstaba para que desplegaran una fantasía y riqueza de ideas admirables. Lamentablemente, el género de superhéroes, hoy en día, se ha alejado de ese tono estrambótico y divertido, como tan bien lo definiera Fernando Calvi. Mención aparte merecen los guiones de Jack Miller, y sobre todo el dibujo de Joe Certa, un gran dibujante injustamente olvidado.
Uno debe tener cuidado al evaluar, desde una perspectiva más crítica y adulta, lo que en la niñez lo deslumbró, para no idealizar y encontrar falsas virtudes en lo mediocre. Creo que estas historias no merecen ese calificativo. Modestas, sin grandes pretensiones, pero que a pesar de su simpleza divertían y nutrían nuestra imaginación, tienen que ver con la tradición más noble de la historieta como entretenimiento popular.
The other comic which is associated with the fourth planet is one of the most distinctive of the Silver Age, even though, paradoxically, it was never among the most popular and is usually forgotten when making reference to the most emblematic of the period. Yet, it had a long life: from November, 1955, to March, 1968. It was always a back-up feature, first in Detective Comics, and then in House of Mystery, although it was showcased in the covers of the latter for a short time.
For many, the Martian Manhunter was a second-rate character, a kind of poor man´s Superman. But, somehow, I´m very fond of him. Perhaps because he was Different, the perfect embodiment of "Alienness". He was no Apollonian demigod, like Superman: he was bald, and green. And although in those stories the fact he was an interplanetary castaway was never developed, as it was very cleverly done with the man from Krypton, that intrinsic pathos was present in the very nature of the character. Torn from his planet by a transportation beam gone awry, J'onn J'onnz (a grown-up, not a tot like Kal-El when his rocket lands on Earth), discovers he cannot return home, as the scientist who unwittingly brought him to our world dies - he had been the only one who could operate the beam. In an age which abounded in comics which dealt with space travel, J'onn' s plight is a bit puzzling, but let us not quibble. So it is that using his ability to change shape, he becomes John Jones, detective, and dedicates himself to fight crime with his Martian powers.
Later versions, in the '80' s and '90' s, would develope the feelings of isolation and solitude as main themes. These are present in the brilliant miniseries written by DeMatteis and spectacularly drawn by Mark Badger, and in Ostrander´s and Mandrake´s series, epic and dark. But it is in the light and naive tone of the early stories where I find greater solace. These Silver Age comics were meant for children, which did not prevent them from displaying great fantasy and wealth of ideas. Unfortunately, nowadays superhero comics, grim and gritty, have cut themselves away from that quaint fun-filled approach, as comic artist Fernando Calvi so aptly defined it.. Great part of the charm was due to Jack Miller' s scripts, and the artwork of Joe Certa, an excellent but underrated illustrator.
One must be careful when evaluating, from the critical perspective of an adult, the merits of those things which we liked as children. Nostalgia may play a trick on us, so that we idealize and find false virtues in what is actually mediocre. But I don´t think these stories deserve that name. Modest, unpretentious, in spite of their simplicity they delighted us and nurtured our imagination, and are endearing examples of that noble tradition of comics as popular entertainment.